25 junio 2009

MENSAJE DEL OBISPO CON MOTIVO DEL INICIO DEL AÑO SACERDOTAL CONVOCADO POR EL SANTO PADRE

Image Ciudad de Campana
El viernes 19 de junio fue abierto solemnemente en la diócesis el Año Sacerdotal en la iglesia catedral de Santa Florentina por parte de nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga, quien pidió a los curas párrocos que lo hicieran en sus respectivas parroquias. La misa fue celebrada a las 19.
El Obispo destacó la convocación del Año Sacerdotal por parte de S.S. Benedicto XVI, el ejemplo del Santo Cura de Ars, así como se refirió a algunos puntos de la carta del Papa a los sacerdotes.
Entre otras cosas, señaló que este Año de gracia para los sacerdotes coincidirá hasta el 29 del corriente con el Año Paulino Jubilar, y que esto tiene mucho que ver con el centro irradiador del dinamismo evangelizador que se espera de todo sacerdote.
Al mismo tiempo hizo una referencia especial al sentido de la "fidelidad" en la Biblia y particularmente en los salmos, expresando que tiene una significación en común con "verdad", "lealtad" y "amor", siendo una cualidad de Dios mismo (por ello "fidelidad de Cristo") y una cualidad del fiel (por esto: "fidelidad a Cristo") haciendo así alusión al lema propuesto por el Santo Padre para este Año.
A continuación ofrecemos el mensaje del Obispo:





2009-2010

Queridos sacerdotes,
Queridos hermanos y hermanas todos de esta diócesis de Zárate-Campana. El lema señalado por el Papa para motivar a una vivencia profunda del sacerdote a lo largo de este tiempo es: “FIDELIDAD DE CRISTO, FIDELIDAD DEL SACERDOTE”. El día 19 de junio, celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Un servidor lo hará en la iglesia catedral de Santa Florentina, en Campana, junto con los sacerdotes de la misma catedral y del Obispado. Cada uno de los sacerdotes lo hará en sus respectivas parroquias, o en las iglesias adscriptas a sus respectivos movimientos o asociaciones de fieles. El Santo Cura de Ars, puesto como modelo de sacerdote por el Santo Padre, intercederá en todo momento por nosotros.

Para nuestra diócesis, a la que hemos consagrado solemnemente al Sagrado Corazón de Jesús el 9 de mayo próximo pasado, esta fiesta adquiere una relevancia especial, pues nos convoca como Iglesia particular, en unión con la Iglesia universal a vivir el infinito amor del Corazón del Hijo de Dios, que nos da a conocer plenamente al Padre, porque “Él (Jesucristo) con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y gloriosa Resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino”(1). Es la ocasión propicia para pedir a Dios, con gran confianza, con amor filial: «SEÑOR SANTO Y FIEL, DANOS LA GRACIA DE LA FIDELIDAD», porque todo lo bueno y santo lo tenemos de su gracia y de nuestra aceptación, a la manera como San Pablo nos dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor. 15,10). Casi al término del Año Paulino Jubilar, con multitud de gracias recibidas, pedimos particularmente el don de vivir nuestro sacerdocio con alegría, renovada esperanza y espíritu evangelizador, siendo lo que somos, sacerdotes de Jesucristo.

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I
EL SACERDOTE VIVE DEL CORAZÓN DE CRISTO

El Corazón de Cristo es signo del gran amor que Dios tiene por todos nosotros. Es fuente de conversión. Recibir «juntos» ese don, requiere de conversión porque la unidad no se da sin conversión de los corazones. Rogamos que, contemplando el Rostro de Cristo, sea para nosotros fuente de conversión pastoral, porque “(…) el corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron”(2).

Sin Corazón de Cristo no hay dinamismo evangelizador. El dinamismo de la evangelización se alimenta de la acogida del Evangelio como Palabra que salva, de la Presencia vivificadora de Jesucristo, en el Espíritu, de la Presencia y acción de su Cuerpo, que es la Iglesia. Aunque sea algo que ya sabemos, dejemos entrar en el corazón nuestro, todavía más que en nuestra mente, lo que significa: «Eucaristía, Fuente y Culmen». En nuestro Plan Pastoral así lo hemos asumido: “De todo ello, la EUCARISTÍA es la plenitud. El mismo Señor dijo: "Yo soy el pan de la Vida" (Jn 6, 35). Y Eucaristía dice relación estrecha con caridad, vida cristiana efectivamente vivida, en lo personal y como Iglesia. Nuestro Papa Benedicto XVI, en «Sacramentum caritatis», hizo esa relación fundamental (…) con (…) Deus caritas est". Por esto, la «Sacramentum caritatis», iluminadora para nosotros y nuestro Plan pastoral, posee (…) una visión en la cual "la celebración eucarística aparece aquí con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial"”(3).

No ignoramos el obrar de males y obscuridades en nuestro derredor (los cuales, quizá, algunas veces hagan triste acto de presencia también dentro de nosotros). Pero Dios que se hizo Hombre ha vencido todo mal, no hay obstáculo que se contraponga a su gracia, si somos dóciles a Él, que es el Señor. El Santo Padre nos lo afirma también: “A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: "En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro”(4).

La esperanza y la confianza no defraudan. Lejos de una mirada rutinaria que puede nublar nuestros ojos, lejos también de cierta desconsideración, que puede obnubilar, será la virtud de la humildad la que nos ayudará a ensanchar el corazón y la mente y nos moverá a hacer un «espacio profundo» dentro de nosotros mismos, a los fines de «recibir en la escucha» lo que el Espíritu nos dice, a través de quienes hacen sus veces, en la convocación de este providencial Año Sacerdotal. El Señor es fiel; si somos dóciles a Él, nada nos quitará la fuerza para mirar con confianza la realidad de nuestro ministerio y la sed de Dios de nuestro pueblo. El sacerdote vive del Corazón de Cristo. Se trata de purificar nuestro espíritu, en absoluto desde el miedo, sino desde el «temor de Dios», que es Don del Espíritu Santo, y desde el Don de la «piedad» en su sentido más pleno.

Temor de Dios, y piedad, ¡tan relacionados con la virtud teologal de la esperanza!.

II
SACERDOTE DE CRISTO PARA LA EUCARISTÍA EN UNA NUEVA PRIMAVERA


El Año Sacerdotal está llamado entonces a contribuir a la intensificación de la verdadera identidad sacerdotal y de los medios que la alimentan. Como lo hemos dicho, en la verdad y desde la humildad: “Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado” (Lc. 18, 14). El sacerdocio es un Don que hemos recibido, para darle gloria al Señor, por el bien de su Pueblo que es la Iglesia. San Pablo nos dice: “Qué tienes que no hayas recibido?” (2 Cor. 4,7).

En la solemnidad del Sagrado Corazón queremos renovar el carisma recibido, el Don que Jesús nos entregó en el momento de su muerte: su Cuerpo y su Sangre, don entregado como pan de vida bajado del cielo: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” (Jn. 6, 51).

La Iglesia hace la Eucaristía. La Eucaristía hace la Iglesia. Renovar y dar nuevas fuerzas a nuestro sentido eclesial será también una gracia. Más que «autorreferencia» se trata de profundizar en identidad y misión. La Eucaristía es el sacramento de la comunión cristiana; es el sacramento de la comunión, que realiza la unidad de cada uno de nosotros con Jesucristo, y, por tanto, obra el misterio de unidad entre nosotros, como comunidad participante del único Pan: “Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan”, nos dice San Pablo (1 Cor. 10,17). Como diócesis, venimos trabajando el valor de la comunión y de la misionariedad como ejes de nuestro caminar como Iglesia. Precisamente, qué don precioso sería comprender también vivencialmente que la Eucaristía es el sacramento de la comunión y de la misión, una Eucaristía celebrada y vivida, una Eucaristía que hace que nuestra vida sea transformada, en la justicia, paz y gozo en el Espíritu.


Hay situaciones muy difíciles, es cierto. E incluso, a veces, casi abrumadoras. Veamos esperanza. Si lo pedimos con confianza, el Señor nos dará una nueva primavera de la misión sacerdotal, y una nueva primavera pastoral. Como el amor es difusivo de sí mismo, será éste un Año para redescubrir la belleza y la importancia del sacerdocio y de cada sacerdote, y para rezar y trabajar sin descanso por el aumento, perseverancia y santificación de las vocaciones sacerdotales, como lo pide el Señor en el Evangelio: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt. 9, 37-38). Ya hemos visto un resurgir de las vocaciones sacerdotales.

El Papa Benedicto XVI ha querido “(…) invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente”(5).


III

TESTIMONIO EVANGÉLICO EN LA VIDA SACERDOTAL, UN SIGNO DE LOS TIEMPOS

En la actualidad, diría, cual signo de los tiempos, necesitamos que los sacerdotes, con su vida y obras, manifiesten ante el mundo un auténtico testimonio evangélico, como nos refiere el Papa, recordando las palabras de un predecesor suyo: “Pablo VI ha observado oportunamente: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio"”(6). El llamado lo recibieron los Doce de parte de Jesús para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), aprendieran de Él, bebieran de sus palabras y vieran sus obras y su testimonio. Fue después de ello cuando los mandó a predicar. La carta del Papa llama también a los sacerdotes en nuestros días a asimilar el "nuevo estilo de vida" que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo”(7). Es el centro irradiador del testimonio.

De dicho centro irradiador proviene la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea, en su misión en el culto divino, como evangelizador y dinamizador de la vida eclesial. Cual prolongación y «sacramento» de Jesucristo, el Buen Pastor, el sacerdote ha de vivir su misión desde su espiritualidad sacerdotal, basada ésta en la vida interior y del ejercicio de las virtudes sacerdotales, del sentir con la Iglesia y de la corresponsabilidad asumida en la caridad pastoral. Desde este centro de nuestra misión veremos con renovada luz el valor inmenso del celibato sacerdotal, como lo decimos también en nuestro Plan: “Reafirmamos en nuestro Proyecto pastoral nuestra convicción en el motivo central del celibato como la entrega a Cristo y con él a la Iglesia, y constituyendo al mismo tiempo una forma de caridad pastoral que se hace consagración total y testimonio escatológico ante los hombres, bases muy sólidas para vivirlo gozosamente en la plenitud, como valor positivo del amor” .

Fidelidad de Cristo. Fidelidad a Cristo. Fidelidad a la Iglesia. En la Biblia, fidelidad, amor y verdad se identifican.

Este Año sacerdotal es Año de bendición. Que sea verdaderamente nuestro asumido programa de vida. Con la ayuda de la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Y la intercesión piadosa del Santo Cura de Ars.


+Oscar D. Sarlinga


18 de junio de 2009

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1.CONC. ECUM. VAT. II, Const. dogm. Dei Verbum, Nº 4.
2.CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Nº 1432.
3.OBISPADO DE ZÁRATE-CAMPANA, «Plan Pastoral diocesano», en www.obzaratecampana.com.ar
4.BENEDICTO XVI, Carta del Papa Benedicto los sacerdotes, en http://www.aica.org/index2.php?pag=2009aniosacerdotal). En adelante, «Carta del Papa…»
5.BENEDICTO XVI, «Carta del Papa».
6.BENEDICTO XVI, «Carta del Papa».
7.Cf BENEDICTO XVI, «Carta del Papa…»
8.OBISPADO DE ZÁRATE-CAMPANA, «Plan Pastoral Diocesano», en www.obzaratecampana.com.ar

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