Nuestro Obispo Oscar acudió a los festejos de la Divina Misericordia en
Garín y pidió a la comunidad presente su oración constante por el Papa
Francisco –quien ese día tomó posesión de su catedral de Roma- para que
sea “el Papa de la Misericordia” y que Jesús Misericordioso lo guarde en
su Paz y Bondad infinita.
La Misericordia Divina convocó a una gran cantidad de fieles. El domingo
7 por la mañana una multitud de gente acudió a las barriadas de Garín, a
la parroquia de Jesús Misericordioso, que abarca los barrios 24 de
febrero ó Fonavi, La Loma y Presidente Perón, en la populosa Garín) para
la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por el beato Juan Pablo
II. Nuestro Obispo Mons. Oscar Sarlinga concurrió desde temprano, y
luego de saludar y agradecer a todos los que colaboraron con mucha
dedicación a preparar las fietas patronales, asistió a la procesión (de
varias cuadras de longitud, a lo largo de los barrios), por las calles
de esa zona de Garín (salimos a "caminar"), junto con el P. Salatiel,
dj. Cura párroco, con Mons. Santiago Herrera, los sacerdotes, hermanos,
hermanas, fieles en general, en ese lugar tan querido donde la iglesia
parroquial fue inaugurada en 2007. La Misa, presidida por Mons. Oscar Sarlinga, fue celebrada a las 11 horas.
Procesión en la Divina Misericordia |
El Obispo recordó en especial que el
Papa Francisco, ese mismo día de la Misericordia Divina, tomaba posesión
de su catedral del Santísimo Salvador y San Juan de Letrán, en Roma.
Pidió mucha oración por él y su ministerio, para que sea “el Papa de la
Misericordia”. Oramos por los sufrientes, los enfermos, los que están
solos, deprimidos, angustiados, los que han perdido la fe y la
esperanza, aquellos que carecen de lo necesario para una vida digna, por
el aumento de la solidaridad efectiva entre nosotros los cristianos,
por las vocaciones sacerdotales, religiosas, misioneras, laicas
consagradas, y por las almas del purgatorio más necesitadas de la
Misericordia Divina. El Obispo destacó el compromiso con las obras de
solidaridad y la construcción del bien común y la participación en la
sociedad civil.
Alguna palabra sobre la Misericordia Divina
"Jesús, en Vos confío, queremos expresar hoy, con alabanza, con
plenitud, con paz. Para compenetrarnos más en la Misericordia Divina,
los invito a meditar el maraviloso salmo 117 (Sal 117, 2-4. 22-24.
25-27ª) porque, me parece, es la actitud de "alabanza" la que nos mueve a
vivir en nuestro interior con paz y prosperidad "del corazón", aún sin
ser exentos de sufrimiento, pruebas o amarguras. A Dios, que es nuestro
Padre de Amor, le clamamos: “Sálvanos, Señor, asegúranos la
prosperidad... y le exclamamos: ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa del Señor: el Señor es
Dios, y Él nos ilumina”. Ven, queridos hermanos y hermanas: "bendecir y
alabar" traen "liberación", porque liberan el espíritu de “dolores
inútiles”, porque nos asocian al único dolor redentor, que es la
asociación a la Pasión de Cristo, y a su gloriosa Resurrección, porque,
en el fondo, es la alabanza la que produce en nosotros esa alegría que
nadie nos puede quitar. Alabar a Dios por su creación, alabarlo por su
redención, y alabarlo hasta "en lo último de nuestros tiempos
interiores", abriendo los ojos del espíritu a la visión del libro del
Apocalipsis (1, 9-11a. 12-13. 17-19) , tal como San Juan ve “a alguien
semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica”, es decir,
a Jesucristo, el Resucitado de entre los muertos. Lo primero y lo
último que dice Jesús Resucitado es "No temas: yo soy el Primero y el
Ultimo, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo
la llave de la Muerte y del Abismo. Escribe lo que has visto, lo que
sucede ahora y lo que sucederá en el futuro». Sean como fueren los
acontecimientos de nuestra vida y de este mundo tan cambiante, nunca
tengamos miedo, porque el miedo paraliza, y porque, pase lo que pase a
nuestro alrededor, sólo el Señor Misericordiso “tiene la llave de la
historia, del sucederse de los hechos y de los acontecimientos, guiados
por su Providencia”. Así, el fruto de la presencia de Jesús Resucitado
en nuestras vidas nos da la verdadera paz, esa que, más que la "ausencia
de conflicto", es más bien “plenitud” (como lo sugiere la noción
judaica de “shalom”). Por eso en el Evangelio según san Juan (20, 19-31)
Jesús manifiesta a los suyos un deseo-mandato: «¡La paz esté con
ustedes!. Hoy nos lo dice a nosotros, y también sopla, y nos da el
Consuelo: «Reciban el Espíritu Santo”. ¿Qué más puede darnos?.
Recibámoslo con la recuperada fe del Apóstol Tomás: «¡Señor mío y Dios
mío!».
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