Imposición de Manos
El día sábado 27, a las 11, una nutrida representación de fieles laicos de la diócesis, entre los cuales muchos jóvenes, y también aquellos que iniciaban la jornada de discernimiento vocacional, y numerosos sacerdotes (40), diáconos permanentes, seminaristas, participaron de la celebración eucarística en la cual nuestro Obispo Mons. Oscar confirió el presbiterado a Alberto Evangelista (26) oriundo de la ciudad de Zárate, al cual acompañó su familia, parroquianos, amigos, y fieles todos de las distintas parroquias en las que realizó su apostolado.
El neo-sacerdote comenzó su formación en el Seminario de Gualeguaychú y prosiguió luego de una experiencia pastoral en la parroquia de la Exaltación de la Cruz, en el reabierto Seminario “San Pedro y San Pablo” de Campana, en total 8 años de formación. El Obispo le confirió misión pastoral en la Beata Teresa de Calcuta, y residencia en la casa parroquial de la vecina parroquia de María de Nazaret, comunidad parroquial de la cual se desprendió la Beata Teresa.
Mons. Oscar saludando a la Flia. de Alberto
“Renovado Pentecostés”
En esta segunda quincena de octubre han sido muy numerosas las celebraciones del sacramento de la confirmación, en especial en Pilar (Nuestra Señora del Pilar), Escobar (Belén de Escobar), Baradero (varios turnos en la iglesia de Santiago el Apóstol, ya del centro parroquial, ya alumnos de la Obra educativa de Baradero, o del colegio “San José”), en la iglesia Catedral de Santa Florentina de Campana, Lima (Zárate) y la barriada de la vicaría de Caacupé (en Presidente Derqui, partido de Pilar). En este orden, el viernes 26 ppdo. nuestro Obispo Mons. Sarlinga confirmó a muy numerosos jóvenes alumnos del colegio “Santo Tomás de Aquino”, de Campana, en la iglesia de Santa Florentina, el sábado 27 por la mañana hubo confirmaciones, nuevamente, en Santiago el Apóstol, y fue delegado el Pbro. Atilio Rosatte.
Parroquia San Isidro Labrador, de Lima.
El día domingo 28 Mons. Sarlinga concurrió para la clausura de la “misión popular” en Lima, partido de Zárate, donde el cura párroco, Pbro. Javier Portillo, organizó dicha misión en una pequeña ciudad como Lima, que ha experimentado un gran crecimiento, en especial de obreros y de inmigrantes. El grupo misionero recorrió casa por casa y familia por familia de ese pueblo, lo cual se trasuntó en un acercamiento de mucha gente que recuperó su práctica católica. Las confirmaciones tuvieron lugar el domingo 28 por la mañana, en dos turnos, a las 9.00 y a las 11, en ambos cuales el Obispo administró este “renovado Pentecostés” a cantidad de jóvenes. Por la tarde del mismo domingo, Mons. Sarlinga concurrió a la barriada de Caacupé, en pleno Presidente Derqui, epicentro de la presencia de hermanos y hermanas paraguayos y descendientes, donde administró el sacramento de la confirmación a un grupo de jóvenes y adultos, preparados por el P. Dino Baldán, SDB, y las hermanas del Niño Jesús, presentes en zona en inserción pastoral. Esa misma tarde se tuvo una nueva ronda de confirmaciones en Ntra. Sra. del Pilar (delegado, Pbro. Jorge Ritacco) y celebración en San Antonio de Areco, en la parroquia de San Patricio, donde el delegado, Pbro. Hugo Lovatto confirmó a alumnos del colegio “San Antonio” de dicha ciudad. En el renovado Pentecostés que son las celebraciones del sacramento de la confirmación, revivimos la gran fiesta de Pentecostés, en la que la liturgia nos hace revivir el nacimiento de la Iglesia, tal como lo relata san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 1-13).
Nuestra Señora de Itatí en Escobar
En esos populares barrios de Belén de Escobar, a iniciativa del cura párroco, Pbro. Daniel Bevilacqua, se iniciaron obras de restauración y de reforma en el templo, el cual, nacido como una capilla de barrio, había quedado insuficiente para las actuales exigencias pastorales, y también prosiguieron arreglos de oficinas, salones pastorales y casa parroquial, la cual ya había sido restaurada en 2008 y ahora recuperada. La vastedad y población de esos barrios hace que la sede parroquial (en la iglesia de Itatí) haya tenido que ser complementada con los centros de Nuestra Señora de Luján, San Cayetano, y otros.
Vivamos un renovado Pentecostés perseverando constantes en la oración en común.
Cincuenta días después de la Pascua, el Espíritu Santo descendió sobre la comunidad de los discípulos, que “perseveraban concordes en la oración en común” junto con “María, la madre de Jesús”, y con los doce Apóstoles (cf. Hch 1, 14; 2, 1). Por tanto, podemos decir que la Iglesia tuvo su inicio solemne con la venida del Espíritu Santo. En ese extraordinario acontecimiento encontramos las notas esenciales y características de la Iglesia: la Iglesia es una, como la comunidad de Pentecostés, que estaba unida en oración y era “concorde”: “tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32). La Iglesia es santa, no por sus méritos, sino porque, animada por el Espíritu Santo, mantiene fija su mirada en Cristo, para conformarse a él y a su amor. La Iglesia es católica, porque el Evangelio está destinado a todos los pueblos y por eso, ya en el comienzo, el Espíritu Santo hace que hable todas las lenguas. La Iglesia es apostólica, porque, edificada sobre el fundamento de los Apóstoles, custodia fielmente su enseñanza a través de la cadena ininterrumpida de la sucesión episcopal. La Iglesia, además, por su misma naturaleza, es misionera, y desde el día de Pentecostés el Espíritu Santo no cesa de impulsarla por los caminos del mundo, hasta los últimos confines de la tierra y hasta el fin de los tiempos. Esta realidad, que podemos comprobar en todas las épocas, ya está anticipada en el libro de los Hechos, donde se describe el paso del Evangelio de los judíos a los paganos, de Jerusalén a Roma. Roma indica el mundo de los paganos y así todos los pueblos que están fuera del antiguo pueblo de Dios. Efectivamente, los Hechos concluyen con la llegada del Evangelio a Roma. Por eso, se puede decir que Roma es el nombre concreto de la catolicidad y de la misionariedad; expresa la fidelidad a los orígenes, a la Iglesia de todos los tiempos, a una Iglesia que habla todas las lenguas y sale al encuentro de todas las culturas. El primer Pentecostés tuvo lugar cuando María santísima estaba presente en medio de los discípulos en el Cenáculo de Jerusalén y oraba. También hoy nos encomendamos a su intercesión materna, para que el Espíritu Santo venga con abundancia sobre la Iglesia de nuestro tiempo, llene el corazón de todos los fieles y encienda en ellos, en nosotros, el fuego de su amor.
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