La santa de
los anawin, los sencillos, los pequeños, los pobres de Yahweh, los que
derraman en el Padre toda la dulzura de su corazón y toda la amargura
que pudieron infliglirles. Los pobres de Yahweh son los que descorren
el velo, desvelan, la revelación cumplida en Cristo.
Un santo, una santa, es un ser humano
que “escuchó”, que acogió en sí la voz de Jesús, el cual se hizo
pequeño hasta igualarse con nuestra pequeñez, y aún se abajó, se
anonadó, hasta la ignominia de la Cruz (Cf. Fil. 2, 7-8); un santo es
un ser humano que aprendió de Cristo, que se hizo pobre, cuando era la
riqueza misma (Cf. 2 Cor. 8, 9), que se hizo hermano de todos, al punto
que pudo definirse como «el Hijo del hombre» (Mt. 8, 20ss) y fue
considerado socialmente como el «Hijo del carpintero» (Mt. 13, 55).
Un santo, una santa, es alguien que,
como Jesús, derrama sobre el Padre tanto la amargura como la dulzura
que coexisten en su corazón, puesto en contacto ya sea con hombres
injustos, rebeldes e impíos, como con hombres fieles y que viven la
piedad. Como Cristo, un santo desvela el plan secreto de la revelación:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido
estas cosas a los sabios y a los prudentes, y lo has revelado a los
sencillos. Sí, Padre, porque así lo has querido» (Mt. 11, 25-26).
Quienes crean que la santidad tenga al
milagro como manifestación más común o especial, más bien se equivocan.
Los milagros han existido y existen. El milagro puede verificarse, y
constituir un signo manifiesto de virtud, de carismas extraordinarios y
si se verifica es signo de santidad, y por consiguiente se hace
meritorio de honra y confianza.
Pero la santidad es más bien a ser
buscada en otras manifestaciones, las cuales exigen en el observador
unas particulares condiciones de espíritu: se la debe buscar en la
semejanza con Cristo, el Modelo, el Maestro, el verdadero Santo, que un
ser humano santo refleja en sí y a través de sí. Por eso, el culto de
veneración a los santos no es otra cosa que una “búsqueda de Cristo” a
través de algunos de sus seguidores, más fieles y favorecidos.
Santa Teresita fue fiel, “es” fiel por
la eternidad, porque vive en el seno de la Trinidad Santísima, junto a
la Virgen María, los ángeles, y la nube inmensa de testigos que son los
santos.
Ruega por nosotros.
Oscar Sarlinga